El aspecto exterior cumple con los parámetros generales de un deportivo: es un auto bajo, aerodinámico y con curvas sugerentes por momentos, agresivas por otros.
Llama la atención su aspecto súper compacto, bastante más chico que la mayoría de las coupés e incluso que sedanes como el Corolla.
La trompa es comparativamente larga: esto determina que el conductor vaya sentado más cerca del eje trasero que del delantero, distribuyendo óptimamente el peso. También es muy llamativa, gracias a unos faros delanteros muy rasgados, unos prominentes “pómulos” por encima de los guardabarros y atractivos recorridos ondulantes en torno a la toma de aire.
El perfil trasero, con su gran difusor y dos escapes a cada lado – irónicamente – “no se queda atrás”.
En conjunto, no transmite el descaro de un Camaro pero gana con un toque elegante, deportivo y sensual que es una fiesta para los ojos.
El motor Subaru, denominado FA20, es un Boxer (4 cilindros opuestos) de 2.0 litros, 16v y 200 CV de potencia. No tan impresionante para un deportivo. El motor es atmosférico: no tiene turbo ni compresor, y funciona a doble inyección.
Viene con una caja manual de 6 velocidades y, en el caso del GT AT, con cambio automático también de 6 velocidades, con comando secuencial y levas al volante.
La tracción es trasera, una característica determinante en las bondades de su comportamiento dinámico.
Acelera de 0 a 100 km/h en apenas 7,7 segundos y alcanza los 205 km/h de velocidad máxima.
Frena de 100 a 0 km/h en menos de 40 metros.
El consumo es bajo para un deportivo: 11,7 litros cada 100 km en ciudad y 8 litros cada 100 km en ruta a 130 km/h. Esta buena performance se ve empañada por el tamaño relativamente chico del tanque de nafta: solo 50 litros.
Si una palabra define este auto, ésta es “diversión”. Su manejo, especialmente en pista, es casi adictivo.
El motor entrega su máxima potencia a las 7000 vueltas: un motor intenso, pensado para rendir en alta, como corresponde a un deportivo. Es bastante ruidoso, característica que en este caso es un poco a propósito, para aumentar la adrenalina en el manejo.
La caja automática es bien rápida y no patina en los cambios. El modo secuencial es con el selector, o bien con levas al volante, y no baja ni sube cambios excepto que el piloto así lo decida.
En la ciudad, es un auto duro y áspero. Puede usarse, pero no es su terreno natural.
La cosa se pone linda en ruta, o mejor: en el circuito. Si bien los controles de tracción y estabilidad intervienen bastante, está la posibilidad de desconectarlos totalmente y tomar control definitiva del manejo. Ahí es donde empieza la diversión.
En este contexto alcanza su máxima expresión, con un andar deportivo de máxima eficiencia.
La tracción trasera combinada con su bajo peso relativo, la gran distancia entre ejes, la dirección sensible y un chasis especialmente preparado permiten realizar maniobras de todo tipo, con una sensación de agarre súper ajustada y firme aún en sobrevirajes y derrapes controlados.}
El interior es llamativamente despojado, casi sin ornamentos de ningún tipo. Todos los revestimientos son plásticos, sin cromados ni detalles en tela o cuero. Esta es una de las claves del relativo bajo costo del auto.
La posición de manejo es muy buena, gracias a unas butacas de excelente diseño, ergonómicas, con buena sujeción lateral. La postura es baja, la pedalera está accesible y el volante se puede regular tanto en altura como en profundidad.
Previsiblemente, las plazas traseras ofrecen muy poco espacio: son casi más útiles rebatiéndose para ampliar el espacio – también limitado – del baúl.
Sin ser un lujo faraónico, el Toyota 86 tope de gama cuenta con funciones de confort interesantes, tales como encendido a botón, cierre y apertura sin llave, butacas calefaccionadas, control de crucero, climatizador automático y apertura interior del tanque de combustible y espejos de regulación y plegado eléctrico.
No hay mucho más que eso. Es curioso que no incluya ni sensores de estacionamiento ni cámara de retroceso, funciones ya estándar en – por lo menos – la versión tope de gama de la mayoría de los autos.
En el tablero el reloj principal corresponde al tacómetro, para que el conductor pueda “jugar” con los regímenes del motor. El velocímetro analógico está a un costado y resulta un poco chico, por eso hay un 2do velocímetro, digital, en el plano del cuentavueltas como para no tener que estar desviando mucho la vista.
Tiene además una pantalla de 4,2’’ incorporada en 2017 que incluye información como, por ejemplo, indicador de fuerza G.
El sistema multimedia consiste en una pantalla táctil de 7’’ con navegador satelital integrado, CD, mp3, bluetooth, USB y entrada aux. No es muy vistoso pero es lo suficientemente completo.
Lo más destacable está en el control de tracción y estabilidad y en sus 7 airbags (delanteros, laterales, rodillas del conductor y de cortina).
Además, cuenta con frenos ABS con EBD y asistencia en el frenado de emergencia, asistente de arranque en pendientes y ganchos isofix.
El Toyota 86 ofrece una experiencia deportiva de primer nivel técnico a un costo relativamente accesible, en comparación con los “pesos pesados” de la conducción deportiva (básicamente, muscle cars americanos y deportivos de lujo alemanes).
El problema es que, aun así, su precio sigue siendo elevado – sobre todo la versión automática – y esto puede resentir la opción de compra cuando se considera la falta de ciertos accesorios esperables en un auto de este valor.
Si esto no fuera un problema, vale la pena destacar su hermoso diseño y su impecable rendimiento dinámico, una combinación ganadora a la que se le suma la admirable eficiencia del motor 2.0.