Para decirlo sin vueltas, el Wrangler ostenta la estética más cruda, tosca y rústica que ofrece la industria automotriz contemporánea.
Pero ese es justamente el chiste: es un diseño esencialista y funcional que persigue afanosamente la involución, a contramano de cualquier tendencia o estándar vigente.
Su aspecto es violentamente cuadrado, anguloso y recto por donde se lo mire, con un despeje elevadísimo y unas ruedas comparativamente enormes. Una caja fuerte a tracción pensada para enfrentar la más pura hostilidad en cualquier superficie.
La trompa – exactamente la trompa que el 100% del mundo asocia a la imagen de Jeep – es un alarde de conservadurismo feroz, con sus siete barras verticales y sus faros circulares. Además, es casi totalmente desmontable (techo, puertas, parabrisas).
Por supuesto, es una belleza total.
Todas las versiones traen el Pentastar V6 de 3.6 litros, que levanta hasta 285 CV de potencia y 353 Nm de torque. Es un motor naftero, potente, es la filarmónica de Berlín, pero está ya superado por propulsores más eficientes y modernos en versiones que lamentablemente no están disponibles en Argentina.
La caja de cambios también es única para todas las versiones: una automática de 8 velocidades con convertidor de par.
El sistema de tracción 4x4, en cambio, es diferente. La versión Sahara incluye el sistema SelecTrac: básicamente es una segunda palanca de cambios que, en vez de relaciones de marcha, permite ir alternando entre diferentes modos de tracción. La versión Rubicon ofrece un sistema aún más poderoso, llamado RockTrac HD.
Palabras mayores.
Si bien el Wrangler no está pensado para competir en picadas ni nada por el estilo, cuando se lo pisa, el V6 responde. La aceleración de 0 a 100 km/h es de tan solo 7,5 segundos. No es solo la potencia del motor: la excelente caja de 8 velocidades hace su contribución para sacarle todo el jugo.
De todas maneras, es un motor que consume de más para lo que entrega: casi 15 litros cada 100 km en promedio. Quizás la gama se vería beneficiada con alguno de los otros propulsores más modernos que ofrece el Wrangler en el resto del mundo. Un naftero turbo de 2.0 litros, o los diesel de 2.0 o 3.0 litros. También se podría pedir una caja manual, que en otros mercados se ofrece, con 6 velocidades.
Históricamente – al usar suspensiones de eje rígido – el Wrangler era un vehículo duro y tosco que no otorgaba mayor confort cuando se lo utilizaba en ruta o ciudad.
Sin embargo, este nuevo JL apuesta por un leve cambio de filosofía y está bastante mejorado en este aspecto. Es el mismo tipo de suspensión de siempre, pero con un confort de marcha y una facilidad de manejo digna de cualquier SUV urbano que, en definitiva, amplía enormemente su valor de uso.
El efecto colateral de esta puesta a punto es que, para los puristas, puede resultar en un acolchonamiento innecesario que aísla al conductor de la máquina y lo priva de sentir en el cuerpo el crujir de engranajes. La apuesta por una mejor polivalencia le quita a este Jeep algunas de sus características más brutales pero encantadoras.
De todas maneras, la esencia de este auto está en el desempeño offroad. Básicamente, el sistema SelecTrac de la versión Sahara ofrece la más versátil paleta de configuraciones 4x4 de la historia de la marca. El selector permite conducir con tracción trasera en alta, doble tracción en alta y doble tracción en baja (es decir, con reductora).
Pero, además, el modo 4H ofrece por primera vez un software inteligente de acople automático que opera como la mayoría de los sistemas 4WD generalistas: distribuyendo la tracción entre los ejes según la adherencia detectada.
La versión Rubicon ya es cosa seria: suma bloqueo de diferencial trasero, bloqueo en los dos ejes y liberación de la barra estabilizadora que aumenta el recorrido de la suspensión. Mucho más allá de nuestro concepto de “offroad extremo” – o sea, barro o médanos de la costa – esta verdadera araña puede trepar por laderas rocosas en línea recta como sobre una escalera mecánica.
Sin ser el fuerte de un auto de este tipo, el confort interior del Wranger no está nada mal. El panel es inusualmente vertical, casi como una pared, y el diseño es funcional sin dejar de ser “crudamente vistoso”.
La posición de manejo es muy buena, gracias a una butaca muy cómoda, la doble regulación del volante y la múltiple regulación del asiento.
Atrás no es precisamente la Land Cruiser Prado, pero la pelea bastante, permitiendo que dos personas viajen con total comodidad y suficiente espacio para las piernas.
Tanto el techo como las puertas son desmontables, y también puede rebatirse el parabrisas. Más que descapotable, el Wrangler es prácticamente “desarmable”. Estas funciones mejoran la visibilidad en casos de offroad extremo, como por ejemplo al escalar sobre rocas a 45° con el parabrisas lleno de cielo.
Las funciones más convencionales que incluye el Wrangler son climatizador automático bi-zona, control de velocidad crucero, espejo electrocrómico, levantavidrios eléctricos one-touch, iluminación ambiental LED y cámara de retroceso.
Como tanto la Sahara como la Rubicon son tope de gama, no hay casi diferencias entre ellas en este aspecto.
El tablero sigue el modelo de otros Jeeps: dos cuadrantes analógicos embutidos para el cuentavueltas y el velocímetro y un display central digital de 7’’ y comando en el volante para el resto de la información.
La multimedia consiste en una pantalla táctil de 8,4’’ con sistema Uconnect que incluye navegador GPS, compatibilidad con Apple Car Play y Android Auto, conectividad de audio y un sistema de audio Alpine premium.
Incluye control de tracción y estabilidad (obviamente desconectables), control de arranque en pendiente, control de presión de neumáticos, sistema de detección de pasajeros, airbags frontales y laterales y fijaciones isofix.
El Jeep Wrangler es, probablemente, el mejor vehículo 4x4 del mundo y un todoterreno extremo, hardcore, sin medias tintas. Una especie en extinción por la que Jeep ha decidido volver a apostar con esta flamante 4ta generación.
Se trata de un verdadero portento mecánico que, además de su funcionalidad descomunal, apela a nuestras emociones y puede sacarte alguna que otra lágrima, así sea por lo que te va a hacer gastar en nafta.
Su compra, salvo para hacer turismo aventura en los Andes, es totalmente irracional y eso la hace totalmente atractiva.
Comprar un Wrangler no es comprarse un auto, es sumar un miembro más a la familia.