Con esta 6ta generación de Mustang, Ford apuesta por unas líneas bien modernas, algo más suaves y estilizadas que las del Camaro.
El resultado da un feeling innegablemente deportivo, aunque pierde un poco del nervio y la agresividad típicas de un muscle-car. En comparación con el filoso y agresivo Camaro, el Mustang tiene aires de coupé europea, con un perfil de gran belleza y elegancia que perfectamente podría evocar un Mercedes-Benz.
La agresividad viene quizás por el lado de las proporciones: es un vehículo que mide 4,78 metros de largo y apenas 1,38 de alto.
Su frente destaca por la gran parrilla tipo “Aston-Martin” que caracteriza a la gama Ford actual y por las prominentes nervaduras curvas del capot, donde además hay dos notables tomas de aire. Las ópticas son relativamente pequeñas y discretas, sin sacrificar cierto filo deportivo.
El motor es un V8 atmosférico – es decir, sin turbo – de 5 litros de cilindrada. Si bien es el mismo propulsor desde 2016, el más reciente restyling optimizó la calibración para aumentar la potencia y el torque significativamente. La potencia pasó de 421 a 466 CV, mientras que el torque fue de 530 a 570 Nm.
La caja automática también sufrió cambios positivos, pasando de seis a diez velocidades. Es de convertidor de par y tiene levas al volante para su uso en modo secuencial.
Al existir una única versión se pierden algunas de las opciones que sí están disponibles en otras partes del mundo, entre las cuales se cuentan la caja manual para este GT y algunas motorizaciones menos y más potentes.
La tracción es trasera, como corresponde.
El Mustang acelera de 0 a 100 km/h en apenas 4,8 segundos, mientras que la velocidad máxima es de 250 km/h. Prestaciones, aún esperables y predecibles para un motor V8, siempre resultan impresionantes.
Esto tiene una contrapartida lógica: el consumo de nafta. Si bien en ruta a la velocidad constante y moderada de 120 km/h consume unos manejables 11,5 litros cada 100 km, la cosa se pone más bien espesa en la ciudad, donde el promedio puede llegar a unos escalofriantes 21,5 litros.
Si lo llevamos echando chispas en un circuito deportivo, entramos ya en la dimensión desconocida: entre 40 y 50 litros cada 100 km. Para colmo, el tanque tiene apenas 61 litros de capacidad, limitando muchísimo la autonomía en ciertas condiciones.
El Mustang, por supuesto, cumple con todos los clichés de la conducción deportiva: el rugido emocionante y gutural del motor, la respuesta inmediata le la dirección y la brutal agilidad de la aceleración – progresiva al principio y acentuada a partir de las 3000 rpm – se confirman a rajatabla y se disfrutan al máximo en una pista de carreras.
La pregunta del millón es qué pasa en entornos de conducción más cotidianos. Sorprendentemente, o ya no tanto, la suspensión es relativamente suave y permite un confort de marcha más que llevadero en la ciudad. La caja automática también se comporta de forma excelente.
En viajes ruteros el comportamiento es aún mejor, ya que permite circular a 120 km/h a tan solo 2.000 rpm – lo cual redunda en confort y menor consumo – y soltar toda la magia del V8 solo en ocasión de algún sobrepaso.
Para facilitar la adaptabilidad, el Mustang cuenta con cuatro modos preconfigurados de manejo: Normal, Sport, Track y Snow, con diferentes respuestas de aceleración y relaciones de marcha. La dirección tiene sus propios preseteos de comportamiento: Normal, Sport y Confort. Cuenta con control electrónico de tracción y estabilidad que pueden desconectarse por completo combinando las modalidades Sport (dirección) y Track (motor).
Por su condición de “muscle-car”, el Mustang no es un auto estrictamente “de lujo”. Por este motivo, las terminaciones interiores y ciertas soluciones de diseño pueden ser algo rústicas comparadas con las de un Mercedes o un Porsche. Esto no es una falencia: es una característica de la experiencia que ofrece este tipo de autos.
Las butacas tienen un diseño hiper deportivo, lo cual no quiere decir que sean incómodas o angostas: más bien, son todo lo contrario. En el caso del conductor, el asiento cuenta con seis ajustes eléctricos de posición, además de ajuste lumbar eléctrico, refrigeración y calefacción. El volante también cuenta con doble regulación, como para lograr una postura de manejo irreprochable.
Las plazas traseras no cuentan con mucho espacio pero son utilizables, siempre y cuando se cuente con la habilidad contorsionista para ingresar desde las puertas delanteras.
El baúl no suele ser un recurso clave de los autos deportivos, pero el Mustang de todas formas se lo toma en serio, gracias a unos nada simbólicos 408 litros, ampliables rebatiendo los asientos traseros hacia adelante.
Siguiendo con la filosofía “muscle-car”, el Mustang no alcanza los más elevados estándares de lujo; aún así, el combo de equipamiento es muy completo.
Cuenta con control de velocidad crucero adaptativo, climatizador automático bi-zona, espejos exteriores con comando eléctrico, levantavidrios eléctricos one-touch, limpiaparabrisas con sensor de lluvia, cámara y sensores de estacionamiento traseros, sistema de apertura y encendido sin llave, 4 modos de conducción, 4 regulaciones para el sonido del escape y navegación por GPS integrada.
El tablero es muy completo, gracias a una excelente pantalla central para la computadora de a bordo. Tiene funciones y monitoreos para todos los gustos, incluyendo sofisticaciones como la temperatura de la trasmisión y la tapa de cilindros, estadísticas de consumo, cronometraje en pista e indicadores de todo tipo para los distintos preseteos de conducción.
Lo completan dos grandes cuadrantes embutidos para el tacómetro y el velocímetro analógicos. Una hermosura.
El sistema multimedia cuenta con una pantalla táctil de 8’’ con sistema de audio Bang & Olufsen de 12 parlantes, reproductor de CD, mp3 y sistema Sync3 compatible con Andorid Auto y Apple Car Play.
El sistema de seguridad es muy completo, empezando por un total de 8 airbags que incluyen, además de los 7 de rigor, un airbag de rodillas también para el acompañante. Una prestación poco común, y festejable, por supuesto.
Tiene control electrónico de estabilidad y tracción, frenos ABS con EBD y BA, asistencia al arranque en pendiente y monitoreo de la presión de los neumáticos.
Entre los sistemas de seguridad activa, cuenta solamente con software de asistencia para el mantenimiento de carril, al que se le suma el control de crucero adaptativo. Aquí es donde cabe reprochar ciertas carencias para un auto de su categoría.
El Mustang es prácticamente una institución, un auto con hinchada propia que desata las más incontenibles pasiones. Si hablamos de fantasías, quién no quisiera uno.
Claro, es una institución que cuesta millones de pesos y, por ende, su compra es una opción accesible para unos muy pocos.
Como suele ocurrir con los deportivos, el argumento de venta es mucho más pasional que racional. Es un bicho grande, poco familiar y consume mucha nafta.
Pero todos lo deseamos. Manejarlo es una experiencia incomparable; un regalo para darse todos los días que, sinceramente, no tiene precio. Por eso, si el deseo es tu principal impulsor y tenés el dinero a mano, no hay argumento posible para disuadir de su compra ¡Adelante!