La carrocería es rectilínea, llana, simple, funcional. Poné el sinónimo que gustes. Salvo
algunas suaves redondeces cromadas en la parrilla, la F-150 no otorga grandes
placeres a la vista humana. Claro está, no le interesa tampoco en lo más mínimo. No es
por ahí.
Si no estás acostumbrado a la serie F de Ford, a las grandes “chatas” norteamericanas -
el público argentino ciertamente no lo está - te van a sorprender las tremendas
dimensiones de la F-150. Todo parece desproporcionado: el largo, la altura, la parrilla,
los faros, la caja de carga, las puertas y los espejos que parecen televisores. A su lado,
la Ranger parece un Ford Ka. Está hecha para intimidar a más de uno. En Estados
Unidos, estas dimensiones son sólo el comienzo: hay más grandes.
El motor es un Coyote V8 naftero a la vieja usanza: un motor atmosférico, veterano,
confiable, irrompible, sin mayores alardes de tecnología y periféricos. Levanta 400 cv
de potencia y 542 nm de torque. Una bestia enjaulada que anhela libertad.
La transmisión es automática secuencial de 10 velocidades, con bastante versatilidad
en uso. Cuenta con modo manual y un limitador para fijar una marcha máxima (por
ejemplo, en trepadas difíciles se pueden utilizar solo la 1ra y 2da marcha).
El combo de tracción 4x4 incluye reductora y bloqueo de diferencial trasero.
A pesar de las grandes dimensiones de la camioneta, la carrocería liviana de aluminio y
el potente V8 colaboran a la hora de acelerar. Las reacciones son soberbias,
especialmente en la subida de 60 a 120 km/h, que resulta casi vertiginosa y, además
de pura alegría, brinda mucha seguridad en los sobrepasos en ruta. La velocidad
máxima está limitada a los 175 km/h, a la cual se puede llegar a solo 2300 vueltas.
El consumo de combustible es, lógicamente, bastante alto. Con un manejo suave y
prudente, se pueden gastar 9 litros de nafta cada 100 km a 100 km/h y 11 litros a 130
km/h. En ciudad, parte de los 15 litros cada 100 km.
Si te gusta la conducción con emociones y exigencias fuertes, la cosa se va a poner
indudablemente más picante, con visitas frecuentes a la estación de servicio a pesar de
su gran tanque de 135 litros.
La F-150 es, más allá de su tamaño, una camioneta de andar confortable que no está
específicamente configurada como vehículo de trabajo ni deportivo. En ciudad, el
elevado despeje y la suave suspensión logran un efecto “hover”: casi que vamos
levitando sobre lomos de burro, cunetas y empedrados. En este contexto el tamaño
del vehículo y el alto consumo son obstáculos a tener en cuenta.
En la ruta lo ideal es ir a velocidades lógicas, disfrutando el confort interior y el paisaje.
Ante un manejo más exigente y nervioso, la tosquedad de la carrocería y la suavidad
de las suspensiones se empiezan a notar y mucho, sobre todo en curvas pronunciadas
donde la inercia puede generar más de una incomodidad. No es ágil en las maniobras
de esquive. Para esos trotes está la Raptor.
Es en la conducción offroad donde la F-150 brilla con luz propia. Un chasis
indestructible, un motor brutal, una buena configuración de caja y una mecánica 4x4
purasangre te llevarán por cualquier camino de tierra o barro sin dramas ni preguntas
existenciales. La suspensiones, suaves en ciudad, de pronto se adaptan y comunican al
cuerpo todo lo que va pasando en el suelo. Material de leyendas.
Otro gran atractivo de la F-150: el interior parece un vestíbulo VIP. Butacas anchísimas,
espacios inverosímiles y portaobjetos de todas las formas y tamaños confieren una
experiencia de movilidad inigualable. A esto hay que sumarle el enorme techo
panorámico que permite a los viajeros disfrutar del sol y las constelaciones.
Las butacas delanteras están climatizadas y cuentan con ajuste eléctrico, ajuste lumbar
y memoria de posiciones. El volante es multifunción, puede calefaccionarse y tiene
doble regulación (altura y profundidad) eléctrica y con memorias. Las butacas traseras
están calefaccionadas.
Las terminaciones y encastres interiores, sin llegar a un “nivel alemán”, superan todo
lo conocido en las “chatas” medium-size. Es prácticamente otro universo conceptual.
La caja es gigantesca, permite cargar hasta 943 kg. y cuenta con escalera ¡con
barandas! para acceder.
Más allá de su aparatosidad, la F-150 es un vehículo de lujo, especialmente en esta
variante Lariat. Por eso trae varios “chiches” de equipamiento de alta gama.
Entre ellos, valen la pena mencionar la apertura de puertas y arranque sin llave,
climatizador automático bi-zona, control de velocidad crucero, encendido remoto del
motor, pedales ajustables con memoria (!), apertura remota del portón de caja de
carga, sensor de lluvia y sensores de estacionamiento traseros.
El tablero es muy completo, con mucha información que puede abrumar pero que por
lo general se lee con claridad. Cuenta con los dos relojes de velocidad y cuentavueltas
de rigor, además de cuatro indicadores digitales extra que miden presión de aceite,
temperatura del motor, temperatura de la transmisión y nivel de combustible. La
pantalla central de 8’’ nuclea casi 100 funciones y el volante tiene comandos para casi
todo.
La multimedia consta de una pantalla de 8’’ con sistema Sync3 compatible con Android
Auto y Google Car Play. El sonido es Bang&Olufsen premium, con 10 parlantes y
subwoofer. Cuenta también con navegador satelital integrado.
Lo esperable para un vehículo de esta gama: las funciones de seguridad son muy
completas, casi abrumadoras. Cuenta con 10 airbags en total, además de control de
estabilidad, control de tracción, monitoreo de presión de neumáticos, asistente en
pendientes y frenos ABS.
Además, incluye el paquete Co-Pilot360 de Ford, con el software que brinda control
automático de luces altas (para no encandilar), información de punto ciego, alerta de
tráfico cruzado, mantenimiento de carril, asistente pre-colisión con detección de
peatones y cámara trasera. Le falta crucero adaptativo y estacionamiento automático
(¿qué software podría estacionar esta chata?)
Para gran parte del público la F-150 puede ser una extravagancia que, además, no es
barata. Obviamente, no apunta a la mayoría de los usos habituales y urbanos.
El sentido de su compra pasa por una verdad innegable: ofrece una experiencia de
manejo offroad y habitabilidad que no tiene punto de comparación con casi ningún
otro tipo de vehículo. Es “otra galaxia” en términos de sensaciones que un auto puede
ofrecer, una que la mayoría de los usuarios prácticamente desconoce.
Las versatilidad de carga también es un punto a favor, más allá de no ser estrictamente
un vehículo de trabajo.
Es por eso que para quienes suelen desplazarse en zonas agrestes y abiertas, o para
quienes les gusta viajar en familia con altos niveles de confort sin preocupaciones al
elegir qué camino tomar, la F-150 puede ser una opción de compra totalmente
racional e indiscutible, más allá del precio final.